FMC alerta sobre la influencia de la industria farmacéutica en la práctica clínica y la autonomía médica
El gremio ha resaltado que las vacunas y los fármacos de alto costo exponen la tensión entre equidad, evidencia y sostenibilidad
Miércoles, 01 de octubre de 2025, a las 13:26
Ana María Soleibe, presidenta de la Federación Médica Colombiana (FMC).
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Redacción. Bogotá
La Federación Médica Colombiana (FMC), a través de su presidenta
Ana María Soleibe, ha alertado sobre los retos que plantea la
influencia de la industria farmacéutica en la práctica clínica contemporánea, especialmente tras las lecciones de la pandemia por
COVID-19 y la comercialización de medicamentos de alto costo como el ataluren.
Según ha expuesto la dirigente gremial, la crisis sanitaria global expuso con crudeza cómo los medicamentos y las vacunas, lejos de ser considerados bienes públicos, se consolidaron como mercancías sometidas a las reglas del mercado. La
distribución desigual de vacunas contra el SARS-CoV-2 y la negativa de las farmacéuticas y gobiernos a liberar temporalmente las patentes evidenciaron un escenario en el que millones de vidas se vieron comprometidas por barreras comerciales.
El análisis de la FMC recuerda que diversas investigaciones han documentado la forma en que la industria farmacéutica invierte miles de millones de dólares en interacciones con médicos, desde obsequios y cenas hasta el patrocinio de congresos y educación médica continuada.
Estudios publicados en
JAMA y por expertos como Marcia Angell y Robert Steinbrook advierten que estas prácticas no son meros gestos de apoyo, sino
estrategias de mercadeo que influyen directamente en las decisiones de prescripción y generan
sesgos en la formación profesional, limitando la autonomía médica.
“Cuando incluso la entrega de material de oficina con el logo de un laboratorio aumenta la probabilidad de prescribir sus productos, estamos frente a un dilema ético profundo”, ha asegurado Soleibe.
Ataluren: un caso paradigmático en Colombia
Uno de los ejemplos más recientes es el del
ataluren, fármaco indicado en Europa para la distrofia muscular de Duchenne. En Colombia, su costo anual por paciente puede superar los
2.000 millones de pesos, de acuerdo con estimaciones de la ADRES en 2024.
No obstante, la
eficacia clínica del medicamento continúa siendo objeto de controversia: mientras la Agencia Europea de Medicamentos lo aprobó con restricciones, la FDA de Estados Unidos negó su autorización por considerar insuficiente la evidencia.
Para el sistema de salud colombiano, la comercialización del ataluren supone un
reto financiero y ético: ¿debe destinarse una parte significativa del presupuesto a un tratamiento de beneficio incierto o negarlo y enfrentar la presión judicial y social?
Educación médica y captura del conocimiento
Otro punto señalado es la influencia de la industria sobre la
educación médica continuada (EMC). Si bien esta formación es esencial para mantener actualizados a los profesionales, buena parte de su financiamiento proviene de laboratorios, lo que genera riesgos de sesgos hacia medicamentos de marca y minimiza el papel de genéricos o alternativas costo-efectivas.
Para Soleibe, estas prácticas muestran que la influencia de las farmacéuticas va más allá de la investigación y
producción de medicamentos, alcanzando la fijación de precios, las decisiones regulatorias y la práctica clínica misma.
Por último, la FMC ha subrayado que la experiencia con las vacunas contra la COVID-19 y con fármacos de alto costo como el ataluren son recordatorios de la
tensión entre sostenibilidad, equidad y evidencia científica. “Resistir el poder de la industria no es solo un desafío técnico o financiero, es un imperativo ético y político para que la medicina recupere su esencia: garantizar la salud y la dignidad humana por encima de la rentabilidad corporativa”, ha concluido Soleibe.