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No hay vacuna contra este problema de salud pública, solo prevención


Lunes, 15 de marzo de 2021, a las 19:36
* Ulahy Beltrán López, Médico Cirujano, Especialista en Gerencia de Servicios de Salud y Especialista en Seguridad Social Latinoamericana.

En el presente mes de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) a través de su director general Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha dicho que ya este problema de salud pública se hizo endémico en todos los países y culturas del mundo, además que afecta a millones de mujeres cada vez desde más temprana edad y se ha visto exacerbado con la pandemia de coronavirus COVID-19. Pero lo más grave que ha dicho el funcionario de la OMS es que el mundo no dispone de vacunas para ponerle freno a este problema y solo podrá combatirse si los gobiernos, las comunidades y las personas lo enfrentan de manera conjunta e integral.

¿Cuál es este evento que está afectando a las mujeres en todo el mundo convirtiéndose en un problema generalizado y que se empieza a sufrir a edades alarmantemente tempranas? Este problema de salud pública es la violencia contra la mujer y es tan grave que hoy día la OMS y sus aliados lo consideran “devastadoramente omnipresente” porque “cerca de 736 millones de mujeres (es decir, una de cada tres) sufren violencia física o sexual infligida por un compañero íntimo o agresiones sexuales perpetradas por otras personas, unas cifras que se han mantenido estables a lo largo del decenio más reciente”, además que “una de cada cuatro mujeres de entre 15 y 24 años, que han mantenido alguna relación íntima, habrá sido objeto de las conductas violentas de un compañero íntimo cuando cumpla 25 años”,  y que “alrededor de 641 millones de mujeres en el mundo sufren actos violentos perpetrados por un compañero íntimo” . 

De acuerdo con el informe de la OMS el caso de las mujeres en el mundo que sufren “actos violentos perpetrados por un compañero íntimo”, es la más frecuente forma de violencia que sufren las mujeres, aunque hay un 6 por ciento de las mujeres que manifiestan haber padecido agresión sexual por parte de personas que no son ni su marido ni un compañero íntimo. Obviamente, es de suponerse que estas cifras sean en la realidad significativamente mayores porque existe un alto grado de estigmatización frente al tema y muchos abusos sexuales no se denuncian.

El informe presentado por la OMS fue realizado por encargo de un grupo de trabajo especial de las Naciones Unidas y sus datos corresponden al periodo comprendido entre 2000 y 2018 y aporta nuevas estimaciones después de las más recientes publicadas en 2013, por lo que no incluyen las nuevas cifras que al respecto se han producido por la pandemia que vive el mundo desde finales de 2019. Sin embargo, se considera que esta pandemia ha expuesto todavía más a las mujeres a conductas violentas a causa de medidas como los confinamientos y las interrupciones de los servicios de apoyo vitales.

Es lo que la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, llama la “pandemia oculta” que es la violencia que se ha dado durante la permanencia en las casas por las medidas de confinamiento que muchos países han adoptado para evitar la propagación del virus y que ha incrementado los diferentes tipos de violencia contra mujeres y niñas, generando el aumento de los casos notificados de denuncias de violencia.

Los investigadores evidenciaron una relación directa entre la pobreza y la violencia contra las mujeres, pues se documentó que las mujeres que viven en países de ingresos bajos y en la franja de países de menores ingresos dentro del grupo de países de ingresos intermedios, son las que más sufren esta violencia de forma desproporcionada. El tema es tan patético en estos países más pobres se presume que el 37 por ciento de las mujeres ha sido objeto de violencia física o sexual por parte de un compañero íntimo en algún momento de su vida, a tal punto que en algunos de estos países la prevalencia llega a ser de una de cada dos mujeres. 

De otra parte, preocupa que cada vez más la violencia contra las mujeres se empieza a sufrir a edades alarmantemente tempranas a tal punto que hoy son las mujeres jóvenes el grupo de edad las que tienen mayores tasas de violencia sufrida (“entre las mujeres que han tenido algún compañero íntimo en el transcurso de los 12 meses previos, la tasa más elevada en ese periodo, con un 16 por ciento, corresponde a las jóvenes de entre 15 y 24 años”).

El problema con la violencia a la mujer es que se padece en dos tiempos: un primer tiempo cuando se causa la violencia y un segundo tiempo cuando aparecen las secuelas, que pueden padecerse incluso durante el resto de toda la vida de la persona así afectada. De igual forma, de acuerdo con la OMS, en las mujeres que han sufrido violencia, existe mayor riesgo de presentar lesiones, depresión, trastornos de ansiedad, embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual (incluida la infección por el VIH) y muchos otros problemas de salud.

Es por eso imprescindible que como parte de la lucha contra la violencia contra la mujer, se intervenga la formación de los profesionales de la salud, enseñándoles a aprender cómo preguntar e interrogar adecuadamente a las víctimas, mostrándoles compasión, lo que ayudará a reducir el estigma frente a esta problemática.

Dentro de la búsqueda de la prevención de la violencia contra la mujer, los países deben cumplir sus compromisos de aumentar y fortalecer la voluntad y el liderazgo político para hacer frente a todos las formas de este tipo de violencia, trabajando en solventar las desigualdades económicas y sociales sistémicas, velar por el acceso a la educación y al trabajo seguros e introducir cambios en las normas y las instituciones que discriminan por motivos de género. Además, los gobiernos también deben impulsar otras intervenciones eficaces, como los programas aplicados para garantizar la disponibilidad de servicios esenciales para las mujeres que han sobrevivido a actos violentos, prestar apoyo a las organizaciones de mujeres, hacer frente a las normas sociales que perpetúan las desigualdades, reformar las leyes discriminatorias y potenciar los mecanismos jurídicos pertinentes, entre muchas otras.

En síntesis, todas las comunidades y las personas deben enfrentar de manera conjunta e integral este problema, siendo los gobiernos los que deben tomar la iniciativa de forma decidida para hacer frente a este mal endémico que afecta a la sociedad en su conjunto en todos los países y culturas del mundo.  Y debe hacerse incorporando al presupuesto de cada país recursos suficientes para este propósito, desde la lógica de la inversión para beneficio de la población en general, impulsando el empoderamiento de las mujeres con ese fin.

Prohibido olvidar: para este grave problema de salud pública no existe vacuna para frenarlo, solo sirve la prevención.

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